viernes, 6 de marzo de 2009

¿Quién ayuda al ayudante?


Durante mucho tiempo fui el confidente de varias personas. Fui una especie de "psicólogo personal", donde los demás me pedían consejos y yo se los daba. Desde hace mucho tiempo estoy en ese oficio que aún ahora me gusta. No obstante, ayer me hice la pregunta "¿quién ayuda al ayudante?", dicho de otra manera: a quién le pide consejos la gente que da consejos.




Debe ser un trabajo muy parecido al del médico, que recurre a otro. Entonces, la idea sería que otra persona te pueda aconsejar, pero... ¿tiene sentido que la persona que te pide consejos sea ahora la que te aconseje a ti?. Creo que sí. Y es más, creo que te podría aconsejar justo en el mismo tema donde tú lo/la aconsejaste.

Como le he contado a varias de mis amistades, durante mucho tiempo fui demasiado confiado de la gente, y me fue mal. Posteriormente, fui demasiado desconfiado, y también me fue mal. Lo que hice entonces fue empezar a confiar de a pocos, en un proceso continuo de aprendizaje y de conocer a la otra persona cada vez mejor. Parece ser que hasta el momento está dando resultado. Pero no me arrepiento de confiar. Creo que esa es una de mis principales virtudes, dar confianza a la gente. Sí, me parece una virtud, aunque a veces me traiga ciertos inconvenientes, creo que al dar confianza también la recibo.

Recuerdo bastante tres situaciones en las que justamente la confianza ha hecho que el ayudado pueda darle apoyo al ayudante: La primera fue hace ya como tres años. Me gustaba una chica, pero de un día para otro la relación (de amistad, vale decir) cambió, y me afectó. A la vez, una amiga me contaba por messenger las cosas que le pasaba con ciertos chicos, pretendientes o pretendidos. Tal fue el grado de confianza que adquirió en mí que empezó a llamarme "psicólogo personal". Posteriormente, un día me sentía un poco mal con mi situación y se me ocurrió contarle lo que me pasaba a esta chica. Si no me equivoco, creo que nunca antes le había contado nada (creo que justamente por eso... por pensar "¿quién ayuda al ayudante?", pero decidí hacerlo). Fue una buena idea, no sólo porque pude desahogarme sino porque ella empezó a aconsejarme también. El proceso ahora ocurría a la inversa, y era interesante ver como ahora empezaba a tomar el papel de ayudado, y lo tomaba con naturalidad.

La segunda vez fue algo que le pasó a dos grandes amigos míos cuando apenas se conocían, de mi colegio, me parece que en segundo de secundaria. Por casualidad un día fueron compañeros de carpeta. Uno de ellos le contó al otro que tenía varios problemas, y empezó a contarle las cosas que le pasaba, buscando consejo. El otro (quien es tal vez el mayor “aconsejador” de mi promoción y posiblemente el más maduro) empezó simplemente a decirle sus opiniones. Un día, después de conversar, el “ayudado” le dijo al “ayudante”: “Sabes qué, yo sé que tú debes tener problemas, así que cuéntamelos”. Me pareció una buena muestra de que la confianza tiene ese efecto multiplicador, similar a ese del que hemos aprendido en clases de macroeconomía.

He sido el mejor amigo de varias personas, lo cual agradezco muchísimo. Si no me equivoco, ahorita soy el mejor amigo de dos personas y uno de los mejores amigos de otras personas. Considero que esa denominación es un honor, porque sé que hacer amistades duraderas es un trabajo de día a día.

Tengo otros ejemplos de estas cosas, donde el ayudante se da cuenta de que no siempre puede aconsejar de la mejor manera, y que a veces no puede aconsejarse a si mismo. A mi me ha pasado, aunque haya tenido que superar barreras del roche o de otro tipo. Una vez, hablando de unos inconvenientes que tenía a una amiga, le dije “si yo me guardara todo, me volvería medio loco”, y ella empezó a llorar. Debo decir que estas cosas a mí a veces también me pasan, soy una persona que cuenta gran parte de sus cosas a sus amigos, y mientras más amigos son, naturalmente, mayor es la confianza y mayor es la profundidad de las cosas que cuento.

Hay ocasiones en las que me ocurre algo y no sé a quien contarle. La primera persona en quien pienso es en mi enamorada, pero de hecho que si me ocurre algo en hora inoportuna, prefiero esperar, aunque yo sea un poco impaciente. Pero claro está, que contarle las cosas a ella es una excelente idea (y bonita idea) porque involucra un grado mayor de confianza. Saber esperar es otro tema, saber cuando decir las cosas, el momento ideal para discutir y arreglar los problemas es un tema clave. Todo eso está involucrado en el asunto de aconsejar y ser aconsejado.

Respondo a la pregunta, ¿Quién ayuda al ayudante?. Empiezo a pensar que cualquier persona puede ayudarlo, porque a fin de cuentas todos somos humanos, con la capacidad de vivir en sociedad y de construir lazos de solidaridad para aumentar el tejido social (sí gente, esto lo saqué de mis clases de sociología). La idea es simple, la cadena no se corta si se invierten los papeles. Es decir, la cadena de la solidaridad no se corta si el ayudante se convierte en ayudado. Es importante dejar cosas como la vergüenza y la soberbia para ponerse en el lugar del otro, y dejarse ayudar. A fin de cuentas, la solidaridad es la que nos une a todos, y eso es bonito.

Saludos para todos. Un abrazo.

Juan Manuel

Canción para tenernos nos unos a los otros, como amigos, familiares, pareja o como prójimo.